Hay personas a las que les gusta la piña (no vamos a pregunta por qué).
Les gusta tanto que incluso se la ponen a la pizza (vamos a seguir sin hacer preguntas y tampoco a probarla. Nuestros dioses gastrológicos no nos lo permiten, y el libro cinco de las Noticies de les Cosas del Comer, dice en su versículo 10.2: «No comerás piña». Fin de la cita).
Lo que no dice es que la piña no se pueda beber.
Y la piña hecha zumo -o jugo como dicen otros-, se puede hacer pasar por el gaznate sin ningún miedo a que Zeus Tonante, el portador de la Egida, te mande su rayo furioso y te mande al Tártaro más profundo y húmedo.
Por estas cosas del amor y del desamor Leo Donosti cuando se ponía melancólico y recordaba sus vacaciones en el Caribe mientras investigaba el naufragio de varios pecios españoles del siglo XVII, siempre se preparaba una piña colada —pero tampoco le hacía ascos a un daiquiri, a un cuba libre o a cualquier coctel de medio pelo inventado por uno de esos bartenders.
(Porque desde hace años a los camareros de toda la vida les llaman barteneders, como si no fuese poco castigo soportar a los ‘barflys’ de toda la vida, Y ahí Leo Donosti sentía como una punzada en el corazón al observar como la estupidez se había adueñado del mundo).
Pero Leo no era de los que se ponían sentimentales y daba batallas y guerras que sabía perdidas de antemano, pues una suerte de yayo suyo le dijo una vez que la estupidez humana es eterna e invencible.
Y como hacía calor, era verano y las temperaturas estaban como tienen que estar en esa estación, decidió prepararse una piña colada
Cogió una coctelera de barman de toda la vida, porque bartender lo será tu p… madre, pensó (y esto era un forma de seguir manteniendo el nihil obstat), y añadió unos 45 ml. de ron blanco caribeño, crema de coco y zumo de piña.
Lo agitó bien y lo coló en vaso alto bien frío con cubitos de hielo.
Dudó entre decorarlo con un rodaja de piña fresca o no. Y , bueno, ¿por qué no?.