El café es la bebida de Occidente por antonomasia (el agua es la de todo el mundo) porque posee dos características fundamentales de nuestra civilización: se hace rápido y te pega un buen chute gracias a la cafeína que contiene que te inyecta energía durante un buen rato. Francamente, más no se puede pedir más. Rápido y contundente.
Con el café en España ocurre una situación un tanto peculiar: seguimos tomando café torrefacto. Idiosincrasia gastronómica española que se le llama.
Vamos a ver: el café, eso que se da en llamar café de verdad, es el natural. Todo lo demás son inventos que degradan en mayor o menor medida este producto (seguro que algún bestia es capaz de mezclar un blue montain con un torrefacto de… -pon en la línea de la puntos la marca que desees).
Por partes; el café de tueste natural, el de verdad, es el aquel que lleva café verde como único ingrediente. Nada más.
El torrefacto es ese café tostado en grano al que se le añade, antes de finalizar el proceso de tostado, sacarosa o jarabe de glucosa en una proporción máxima de 15 kg de azúcar por cada 100 kg de café verde.
Los orígenes del café torrefacto se remontan al S.XVII, cuando existía la creencia equivocada de que el torrefactado conseguía mantener por más tiempo las propiedades naturales del café.
La ciencia se ha encargado de desmitificar esa versión, pues el torrefactado no preserva ni el aroma ni el sabor del café. De hecho, su característica más particular es ese color oscuro que confiere a la taza a cambio de lo cual le resta sabor a la infusión: el torrefactado tiende a enmascarar los sabores y aromas, además de aportar amargor.
Por último, el café de mezcla es el resultado de la mezcla de café de tueste natural (café verde) y café torrefacto en cualquier tipo de porcentaje. Y la libertad de estropear un buen café no tiene límites.
Un dato: el 40 % del café consumido en España es de mezcla. Una consecuencia: España es el país de Europa donde se toma más café con leche (más del 75% de la población), azucarado o edulcorado (más del 90 %).
Eso sí, en lo que respecta a las propiedades de la cafeína, éstas permanecen intactas, de ahí que sus efectos beneficiosos sobre el organismo sean prácticamente las mismas en el café torrefacto que en el de tueste natural.