Los polvorones son uno de los postres tradicionales de la Navidad.
Son tan tradicionales son puramente ‘vintage’.
(El turrón lleva un camino aparte, más moderno y ‘cool’, ¡lo acaban de comercializar en barritas!!)
Los `polvorones son tan antiguos que sólo cuatro humildes ingredientes (azúcar, manteca de cerdo, harina tostada y almendras) participan en su elaboración.
Para hacernos una idea de lo clásicos que son; se vienen consumiendo sin apenas variaciones desde hace unos quinientos años (vamos, que Cervantes bien pudo haber comido polvorones mientras escribía el ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’).
La receta de los polvorones está ya documentada en el siglo XVI, concretamente en el convento de Santa Clara, pero no sería hasta el siglo XIX cuando su consumo se extendiera más allá de Sevilla y su provincia, gracias a la mujer de un transportista que se decidió a vender los polvorones y mantecados que preparaba en casa.
Distinguir un buen polvorón es fácil; tiene un inequívoco olor a almendra y canela, y si se le aprieta se desmenuza, ya que sus ingredientes están muy molidos, hechos polvo – de ahí el nombre – y eso hace que no aguanten la presión, pero si los juntas rápidamente se vuelven a unir.
Esta fragilidad es la que hace que siempre, los polvorones se hayan vendido envueltos.
Como en esta vida hay gente ‘pa’tó’, que decía el clásico de las letras, hay personas que confunden los polvorones con los mantecados. Y no.

Espero que te hayas enterado de lo que es un polvorón.
La diferencia entre los polvorones y los mantecados, está no sólo en la forma exterior (unos ovalados y otros redondos) sino en la composición de los mismos: La primera diferencia está en la almendra, el polvorón siempre se hace con almendra, mientras que el mantecado puede llevarla o no.
La segunda diferencia está en que el polvorón se hace con azúcar glass y harina tostada, mientras que el mantecado se elabora con azúcar blanquilla, harina cruda y muy frecuentemente utiliza clara de huevo para amalgamar los ingredientes.
Queda claro.
Dado el día en que algunos se hicieron millonarios y la mayoría, siguiendo las normas de la probabilidad cuántica, siguió estando donde estaba.
Vale.