El mildiu. Este será el odioso inquilino que los amantes del vino recordarán de la cosecha de 2020.
Y es que si éramos pocos, ¡parió la abuela!.
La combinación de la alta pluviometría con las elevadas temperaturas primaverales obligó a estar muy atentos en el viñedo para intentar contener la acción de los hongos y mantener a raya el vigor de las plantas.
La maduración empezó pronto (dos o tres semanas antes de lo habitual) debido a las temperaturas suaves del invierno, pero acabó tarde, pues tras las lluvias primaverales llegó un verano de sequía severa que descolocó a muchos productores.
El desconcierto entre las vides fue tal, que algunas bodegas llegaron incluso a vendimiar las uvas tintas antes que las blancas.
Por todos estos factores, los vinos que beberemos el próximo año serán expresivos y con carácter, aunque muy distintos entre ellos dependiendo del grado en que el mildiu haya afectado a la cosecha.
En conjunto, se puede hablar de 2020 como de una añada compleja y heterogénea.
El volumen de la cosecha ha sido significativamente menor, pero la uva recolectada llegó a bodega pletórica.
Aquellos que consiguieron eludir el hongo (el mildiu se impuso con frecuencia) y recolectaron la uva en el momento acertado, han obtenido un fruto de buena calidad, con gran equilibrio entre acidez y aroma, así como con estructura para mirar al futuro con confianza.
No obstante, algunas bodegas han perdido más de un 50% de la producción, y aquellas variedades más sensibles al mildiu se han echado a perder, prácticamente, por completo.
En las plantas dañadas por el parásito la maduración de la uva es más heterogénea y, cuando la afectación es más incipiente, las uvas no crecen correctamente pudiendo, incluso, llegar a secarse del todo.
El impacto del mildiu se ha dejado sentir en zonas en las que hasta ahora no había tenido prácticamente incidencia.
Sin embargo, en los viñedos plantados a mayor altitud, el frescor de las noches y la menor humedad ambiental han ayudado a mitigar su efecto.
Las zonas más próximas a grandes masas de agua y, por tanto, más húmedas, han sido las más maltratadas por el mildiu.
Algunas regiones catalanas, por ejemplo, han perdido la mitad de la producción, siendo la viña ecológica la más castigada, pues sin el empleo de fitosanitarios, controlar la presión fúngica es mucho más complicado.