Ya lo dicen los que saben; como sociedad (occidental) nos estamos volviendo gilipollas por encima de nuestras posibilidades.
Hay decenas, centenares incluso, de ejemplos que lo demuestran, pero el último ejemplo es que el próximo 16 de enero, día de santa Estefanía y san Marcelo en el calendario católico, apostólico y romano, se va a celebrar el Día Internacional de la Croqueta.
Así, con dos cojones y la cabra por delante.
Que debe existir algún dios, numen o similar, que protege a los españoles (porque el Día Internacional de la Croqueta sólo se celebra en España) lo pone de manifiesto que poco nos pasa por las cosas que hacemos (y por las que no hacemos).
El Día Internacional de la Croqueta es un invento de marketing.
Tal cual.
Todo comenzó hace seis años cuando una mujer, cuyo nombre conocemos pero que no vamos a escribir, directora de una agencia de comunicación y marketing, ideó una campaña para un restaurante madrileño.

Selección de croquetas con sabores.
En ese local se preparaban croquetas de pollo con piña y curry, de rabo de toro, de gintonic o de chocolate.
Si la pizza con piña es un crimen, imaginémonos que puede ser una humilde y trabajosa croqueta de pollo con piña y curry.
Lo dicho; poco nos pasa
Como los periodistas de redacción tienen que llenar el tiempo y el espacio, con un criterio que se llama ‘descriteriado’, no tuvieron nada mejor que hacer que darle cancha a esa ocurrencia.
Y después ya están las redes (a)sociales, que eso ya, cada día que pasa, pertenece más a la ufología que a cualquier materia racional.
Y así hasta ahora.
Pero lo han hecho bien porque aquí estamos, escribiendo y dando a conocer que el 3 de enero en el calendario juliano, o el 26 del Nivoso en el calendario republicano francés, se celebra el Día Internacional de la Croqueta.
Y para acabar os dejo una bonita reflexión de James Clear, un empresario y escritor gringo.
«Convencer a alguien de que cambie de opinión es realmente el proceso de convencerlo de que cambie su tribu. Si abandonan sus creencias, corren el riesgo de perder los lazos sociales. No puedes esperar que alguien cambie de opinión si le quitas también su comunidad. Tienes que darles un lugar a donde ir. Nadie quiere que su visión del mundo se rompa si el resultado es la soledad».
Pues eso.
Vale.