La verdad son unos Garbanzos con cordero cuando hace una frío que mata ahí afuera –dijo el escritor de medio pelo mientras acarreaba lo ingredientes para hacer ese guiso.
Mientras los buscaba escuchaba en sus auriculares inalámbricos: «La querella entre el mythos y el lógos es una querella de familia, que recuerda a la boutade de Carlos I: “Mi primo Francisco y yo estamos enteramente de acuerdo: los dos queremos Milán”. Milán, en este caso, es la fusión con el Todo, entendido como absoluta autorreferencialidad y transparencia: autárcheia, no necesitar de nada ni de nadie; ser pues enteramente libre y, por ende, íntegramente idéntico a sí consigo, autò kath’autò».
¡La Virgen del Pilar!!, pensó el escritor de medio pelo mientras ponía una cazuela al fuego donde echó 400 gramos de garbanzos —a los que había puesto en remojo doce horas antes— cuando el agua se puso a hervir.
Junto con los garbanzos fueron al agua, como si de un ejército en una batalla se tratase, una cebolla entera, un puerro y cuatro dientes de ajos.
Dejó hervir una hora y media.
Y en sus oídos sonaban estas palabras: «El pensamiento griego (con sus sinuosas prolongaciones en el obrar y decir occidentales) está regido por esta lógica de dominio. No en vano cierra Aristóteles Metaphisika con una cita-homenaje a Homero: “no es bueno el gobierno de muchos (polykoiraníe), uno solo debe ser el Jefe supremo (eîs koíranos)”».
Interesante lo de los antiguos pensó el escritor de medio pelo que, llamativamente, era calvo como una bola de billar.
Dejó de escuchar por los auriculares y en su lugar se puso el cedé, sí él era un antiguo al que les gustaban los cedés (hay otros más raros a lo que les gustan los vinilos) el disco de ‘Soul Jazz Records presents Kaleidoscope – New Spirits Known and Unknown’ y a leer el muy interesante ‘La masa enfurecida’ de Douglas Murray.
Pasó la hora y media y en sus oídos empezó a escuchar: « Pero en todos estos casos se trata en definitiva de someter –siquiera regulativamente y en principio– toda pluralidad a Unidad, toda diferencia y discrepancia a unanimidad, todo lo informe y discorde (y por ende, monstruoso) a Forma».
Añadió los 500 gramos de pierna de cordero troceada en dados.
Y dejó hervir otros noventa minutos.
Dejó los auriculares, volvió a su lectura, y se puso en el lector del cedés el útimo y excelente disco de Charles Tolliver titulado ‘Connect’.
El gustaba el jazz al calvo escritor con pretensiones de medio pelo. Otros se dedican a la construcción en maqueta de barcos de vela y otras hacen macramé. Locas pasiones.
Cuando se acabó el tiempo de un partido de fútbol sin prórroga, sacó los ajos y el puerro para triturarlos aparte y después echar su puré sobre los garbanzos.
Y vio que aquello estaba bueno y se acordó de aquel poema de Fernando Pessoa que le recitaba Goseta Lola en los días de lluvia como ese y que dice:
«El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que verdaderamente siente.
Y los que leen lo que escribe
En el dolor leído sienten duro,
No los dos dolores que él tuvo,
Sino sólo el que ellos no tienen.
Es así como en los palos de la rueda
Gira, distrayendo a la razón
Ese juguete de cuerda
Que se llama corazón».
Y lo comió acompañado de Viña Pomal Centenario Reserva, que por menos de quince euros se dejaba beber más que bien.
Dado el día en el Martirologio Romano celebra el santo que fue Obispo de Alejandría. Hermano de san Plutarco. Discípulo de Orígenes. Sucesor de san Demetrio en el episcopado de Alejandría (231). Estuvo al frente de la escuela catequética de Alejandría, que dirigía el padre de Orígenes, san Leónides.
Vale.