Si hay algo que caracteriza a los japoneses es que son muy suyos, para lo bueno (su educación, su estética) y lo malo (su afán imperialista, su nacionalismo), y cualquier cosa que les llegue del exterior la hacen suya a su manera. Un ejemplo de ello es la mayoneizu, sí, así como lo leéis.
La mayoneizu no es otra cosa que la mahonesa occidental de toda la vida pero con el especial toque nipón, de tal manera que siendo lo mismo es diferente.
La mahonesa se hizo popular en Japón a partir de 1925 y desde entonces surgieron diferentes recetas para elaborar esta salsa, que mantiene los ingredientes básicos de toda mahonesa, esto es, aceite, huevo y sal, pero que añade otros que son propios de su gastronomía tradicional
Sin embargo, existen algunas diferencias entre la mahonesa y la mayoneizu. La primera, es con respecto al huevo. La versión nipona solo utiliza las yemas, mientras que la original suele ser realizada con los huevos enteros. Es por eso que la asiática es mucho más espesa y amarillenta que su similar.
Una segunda diferencia es que la occidental lleva vinagre blanco y la japonesa puede emplear tanto vinagre de manzana como de arroz. Esta última no va sazonada con sal ni azúcar.
Por último, la mahonesa de Japón puede llegar a ser más adictiva que la occidental debido al uso (opcional) del polémico glutamato monosódico, también llamado glutamato de sodio, GMS o, para los japoneses, aji-no-moto.
La receta que aquí presentamos es una de las más tradicionales, pero a partir de aquí se pueden hacer todas las variantes que se os ocurra.
Ingredientes:
1 cucharada de vinagre de arroz
1 cucharada de vinagre de manzana
1 cucharadita de sal
1 cucharada de azúcar
¼ de cucharadita de ajo en polvo
½ cucharadita de glutamato monosódico en polvo
½ cucharadita de wasabi
¼ de cucharadita de dashi en polvo
3 yemas
240 ml de aceite de girasol
Elaboración:
Poner en el vaso de la licuadora o de la batidora todos los ingredientes excepto las yemas y el aceite.
Añadir las yemas y batir nuevamente hasta obtener una preparación homogénea.
Verter a la preparación, con la batidora encendida, el aceite de girasol hasta obtener una emulsión cremosa al gusto.
Ajustar la cantidad de sal.