La receta de ‘Carpaccio de remolacha con mousse de aguacate y aire de hinojo’, se encontraba en la página doce de las ‘Reglas que deben observarse para los carpaccio, sean de carne, pescado o verduras’, que aparecía en el Manual de la Dueña de la Casa Económica y de las Madres de Familia, aparecido en 1833.
A Cruman aquello le parecía muy raro, ¿una mousse y un aire en un tratado de cocina del siglo XIX?
Pero la curiosidad, por el vacile que aquello parecía traerse, le pico y siguió leyendo: «Apto para los viernes de cuaresma».
¡Cristolas!!,l pensó el bueno de Cruman.
En todo caso, la receta de marras receta no parecía difícil.
Se empezaba envolviendo las remolachas (2) individualmente con un poco de aceite y sal. Se horneaba a 180º durante 40min.
Y después aparecía; «Dejar enfriar dentro del aluminio», ¿Alumino en 1833? Ni para la cona, pensó Cruman.
Tuvo ganas de ir a la última página para ver donde se había impreso el libro pero resistió la tentación y prefirió continuar con la broma, porque la receta, en fin, no dejaba de ser real.
El ‘Carpaccio de remolacha con mousse de aguacate y aire de hinojo’ continuaba con la elaboración del Jugo espumoso de hinojo.
Y se puso a ello mientras sonaba ‘Battle Hymns of the Republic’, que esa mañana se sentía muy revolucionado. A veces Cruman no podía dejar de recordar su adolescencia.
Había que cortar en juliana una cebolla y el hinojo, decía el papel, ese que todo lo soporta.
Lo cocinó todo durante diez minutos con mantequilla, aunque es sabido que ese producto obtenido de la leche de las vacas (muuuu), hace aumentar el colesterol y lo triglicéridos.
Puso el caldo de mejillones y cocinó a fuego lento otros diez minutos.
Añadió la nata- más vacas- y el anís estrellado y dejó cocer ocho minutos más.
Tras hacer todo ese trabajo pasó por un chino fino. Cruman empezaba a preocuparse por tanta chinez en el mundo.
Emulsionó el conjunto con la lecitina.
Y de ahí a la mouse de aguacate –no quiso pensar en las múltiples propiedades que, decían, tenía el aguacate, objete este que, hasta aquí podríamos llegar, también tenía un día internacional dedicado a su consumo.
Y empezó, con un tenedor, a aplastar muy bien el aguacate, cuando lo hacía pensaba en el ideputa que le robó lo moto y le dejó todo lo demás, y pasó por el túrmix (o batidora) emulsionando con un buen chorro de aceite.
Puso a punto de sal y pimienta.
Ya sólo quedaba montar y preparar el plato.
Así que cortó láminas de la remolacha cocida con un cuchillo muy bien afilado (no sabía porque aquello le recordaba a Mack The Knife) lo más finas posible.
Las repartió a lo ancho en un plato llano (como si de un carpaccio de solomillo se tratase).
Agregó unos puntos del puré de aguacate y tras emulsionar el aire con la ayuda de un túrmix le puso tres montones sobre la remolacha.
Decoró con lascas de parmesano y unas hojas tiernas.
Por último, añadió un poco de sal en escamas y un buen hilo de aceite de oliva virgen extra.

Así babean los vegetas con esta receta.
Todo eso es lo que aparecía en las ‘Reglas que deben observarse para los carpaccio, sean de carne, pescado o verduras’, ese supuesto libro aparecido en 1833.
Claro, al final se descubrió el pastel (por ejemplo uno de queso) y allí estaba: Print in (RPDC) en 2019.
¡¡Puto Kim farlopero!!!, gritó Cruman mientras se reía.
Y ahora a ver que le parecía a Goseta Lola.